En la vida hay proyectos personales y/o profesionales que merecen la pena aunque no generen beneficios económicos -o no lo hagan a corto o medio plazo-. Basta con que esas ideas resulten gratificantes para quien las lleva a término. En mi caso, una de mis pasiones es el cine, y hace hoy justo un año emprendí una aventura que no imaginé que podría continuar durante tanto tiempo.
Desde el 3 de junio de 2019, cada día, sin faltar uno solo, he publicado en mi cuenta de Twitter una frase o diálogo de alguna película que haya visto. A ser posible, acompañado de un vídeo que muestre la secuencia aludida y siempre coronando el texto con el hashtag #FrasesDeCine. Ahora sólo pienso en mantener el compromiso adquirido conmigo mismo y que los 367 filmes que llevo hasta hoy -ya estamos en el año II de mis frases y el 2020 es bisiesto- sean sólo el principio de un largo y fascinante viaje por la historia del séptimo arte.
Charles Laughton fue el actor que dio voz a mi primera #frasedecine. Lo hizo encarnando al senador Graco en Espartaco (Stanley Kubrick, 1960), una película que mantiene su vigencia pese a las seis décadas que lleva a cuestas. «Roma es una viuda rica a la que los romanos queremos como a una madre. Pero Craso no la quiere como madre. La quiere como mujer», fueron sus palabras, admirables y certeras.
Reproduzco a continuación otros momentos de película que he ido poniendo en contexto jornada a jornada durante todo un año. Espero alcanzar así las mil #FrasesDeCine. O muchas más:
«En Italia, en treinta años de dominación de los Borgia, no hubo más que terror, guerras, matanzas, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? El reloj de cuco».
Harry Lime (Orson Welles), ofreciendo a su amigo Holly Martins (Joseph Cotten) participar en sus negocios turbios en la Viena de posguerra en El tercer hombre (Carol Reed, 1949).
-Y mamá que estaba tan contenta porque había llegado la paz.
-Es que no ha llegado la paz, Luis. Ha llegado la victoria.
Luis (Agustín González) le confiesa a su hijo Luisito (Gabino Diego) su temor a ser detenido por los franquistas tras su entrada en Madrid en Las bicicletas son para el verano (Jaime Chávarri, 1984).
-No hay ningún problema, Jules. Esta mierda está controlada. Vuelve con ellos, tranquiliza a esos chicos y espera al Lobo, que va a llegar enseguida.
-¿Me envías al Lobo?
-¿Te encuentras mejor, cabronazo?
-Joder, negro, ¡eso es todo lo que tenías que decir!
Jules Winnfield (Samuel L. Jackson), eufórico tras contarle su jefe (Ving Rhames) que le enviará al profesional Señor Lobo (Harvey Keitel) para deshacerse de un cadáver en Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994).
«Señor Rusk… No lleva usted corbata».
El inspector Oxford (Alec McCowen) caza al violador y estrangulador de varias mujeres en Frenesí (Alfred Hitchcock, 1972).
«Elige tu futuro. Elige la vida. Pero ¿por qué iba yo a querer hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida. Yo elegí otra cosa. ¿Y las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?».
Declaración de principios de Renton (Ewan McGregor) en Trainspotting (Danny Boyle, 1996).
«No tengo ni la más remota idea de qué coño cantaban aquellas dos italianas. Y lo cierto es que no quiero saberlo. Las cosas buenas no hace falta entenderlas. Supongo que cantaban algo tan hermoso que no podía expresarse con palabras».
El recluso Red (Morgan Freeman) cuenta cómo otro preso, su amigo Andy (Tim Robbins), hizo sonar un disco de ópera por los altavoces de la prisión en Cadena perpetua (Frank Darabont, 1994).
«Vamos, ¡riégueme! No se corte, ¡riégueme!».
Tina (Carmen Maura) pide a un operario de limpieza que la refresque con su manguera en una tórrida noche de verano en La ley del deseo (Pedro Almodóvar, 1987).
«Me gusta el olor del napalm por la mañana. Una vez, durante doce horas, bombardeamos una colina y al final, subimos. No encontramos ni un cadáver de esos amarillos de mierda. Qué pestazo el de la gasolina quemada. Aquella colina olía… a victoria».
El teniente coronel Kilgore (Robert Duvall) hace un macabro alegato mientras la aviación norteamericana arrasa con napalm las posiciones norvietnamitas en Apocalypse now (Francis Ford Coppola, 1979).
«La división de América en nacionalidades inciertas e ilusorias es completamente ficticia. Constituimos una sola raza mestiza desde México hasta el Estrecho de Magallanes. Así que, tratando de librarme de cualquier carga de provincialismo, brindo por Perú, y por América unida».
Un joven Ernesto ‘Che’ Guevara (Gael García Bernal) celebra su cumpleaños con el personal sanitario de una colonia de leprosos en Perú, donde ha parado en su viaje en moto por América en Diarios de motocicleta (Walter Salles, 2004).
-Usted es Norma Desmond. Salía en el cine mudo. Usted era grande.
-Yo soy grande. Son las películas las que se han hecho pequeñas.
Norma Desmond (Gloria Swanson), antigua diva de Hollywood, le deja claro quién es al guionista Joe Gillis (William Holden) en El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder, 1950).
-Me odias, ¿verdad, Johnny?
-No tienes idea de hasta qué punto.
-El odio es una emoción muy intensa. ¿No lo has notado? Muy intensa. Yo también te odio, de tal modo que creo que voy a morir, cariño… Creo que voy a morir de odio.
Gilda (Rita Hayworth) y su antiguo amante, Johnny (Glenn Ford), quien ahora trabaja para su marido, reviven su pasión en Gilda (Charles Vidor, 1946).
-¿Cuánto quiere?
-Medio millón.
-¿Cómo?
-En efectivo. La mitad por adelantado, la otra mitad después del trabajo.
-¿Medio millón de francos?
-De dólares.
El asesino a sueldo Chacal (Edward Fox) le deja claro a los terroristas de la OAS lo caro que sale matar a Charles de Gaulle en Chacal (Fred Zinnemann, 1973).
«Caballeros miembros del tribunal, hay ocasiones en las que siento vergüenza de pertenecer a la raza humana y ésta es una de ellas».
El coronel Dax (Kirk Douglas), abogado defensor de soldados franceses acusados sin pruebas de cobardía ante el enemigo, se dirige al tribunal en Senderos de gloria (Stanley Kubrick, 1957)
-Ahora le diré yo quién es ese hombre. ¡Es un subversivo, un ateo, un enemigo suyo!
-Yo soy un sacerdote católico y creo que quien combate por la justicia y la libertad camina por los senderos del Señor. Y los caminos del Señor son infinitos.
Don Pietro (Aldo Fabrizi) se niega a obedecer al mayor de las SS Bergmann (Harry Feist), quien le está exigiendo que colabore en la identificación de dirigentes partisanos en Roma, ciudad abierta (Roberto Rossellini, 1945).
«Padre… padre… Eres mi padre y yo soy tu hijo, y te quiero. Siempre te he querido y siempre te querré. Pero lo que ocurre es que tú te consideras un hombre de color, y yo me considero un hombre».
John (Sidney Poitier), que ha anunciado a su familia su intención de casarse con una mujer blanca, intenta que su padre (Roy Glenn) supere sus prejuicios raciales y acepte la relación en Adivina quién viene esta noche (Stanley Kramer, 1967).